Domingo 7 de mayo de 2017
4º Domingo de Pascua
San Juan 10, 1-10: “Yo soy la puerta de las ovejas”
Queridos hermanos, reciban de mi parte un saludo afectuoso deseándoles paz y vida abundante en sus hogares. Hoy celebramos, como Iglesia, el Domingo del Buen Pastor. Hacemos memoria de Jesús que, con sus gestos y sus palabras, convoca de los cuatro puntos cardinales al Pueblo de Dios disperso para hacernos una gran familia. También celebramos y oramos por aquellos que dentro de la Iglesia tienen una misión especial de pastorear y apacentar a los hermanos en la fe: los obispos, los sacerdotes, los religiosos y religiosas y laicos comprometidos que se han apasionado por Jesucristo y han dado un sí radical para continuar su obra en el mundo.
En el texto evangélico que hoy se nos proclama, Jesús presenta su misión desde dos imágenes muy significativas: Él es el pastor y la puerta de las ovejas.
La primera imagen evoca a un personaje muy familiar del país de Israel: el pastor. Entre el pastor y las ovejas hay una relación de mucha cercanía; el pastor cuida del redil, conoce el nombre de cada oveja, las ovejas reconocen su voz, él les abre la puerta y las conduce hacia afuera para que se alimenten. Hay un dato curioso y es que los pastores guían al rebaño desde atrás con su voz y no por delante, como dice Jesús; sin embargo, comprendemos, a la luz de la resurrección, que Jesús nos lleva la delantera para guiarnos en el camino de la fe. Tan importante es esta imagen del pastor que los profetas del Antiguo Testamento identifican a Dios como el único pastor del pueblo, en contraposición con los gobernantes que acaban con el alimento y la vida misma del pueblo. Jesús asume con toda radicalidad esta idea afirmando que Él no viene a matar, a robar o destruir, sino a darnos vida en abundancia.
En la segunda alegoría el Señor se presenta como la puerta de las ovejas. Él es puerta abierta de par en par, futuro esperanzado, posibilidad en pie, misericordia infinita para su pueblo. En sus heridas, que son puertas abiertas, alcanzamos nuestra sanación y salvación.
Hoy, como familias, reproducimos y cumplimos la misión de ser pastores, guiando a las nuevas generaciones a la fuente viva de la fe. Estamos llamados a defender a nuestros hijos de una sociedad que le ha dado la espalda a Dios, el Padre de la Vida. Con Jesús, el gran pastor, levantamos la voz y el cayado para ahuyentar a lobos y ladrones de nuestros hogares. Jesús nos invita a entrar por la puerta, no a quedarnos afuera, sino a entrar para experimentar la alegría de ser hijos e hijas de Dios. Hermanos, comprendamos que sólo unidos a Él encontraremos el sentido de la historia que nos toca escribir como familias. No seamos sordos a su voz.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.