Domingo 3 de Abril de 2016
2º Domingo de Pascua
Juan 20, 19-31: “No seas incrédulo sino creyente”

Feliz domingo, hermanas y hermanos. Que la luz y la fuerza del Señor Jesús impulsen cada día sus hogares y les anime a construir una sociedad nueva fundada en el amor.

El Evangelio de hoy nos relata con detalle cómo la fe en el Resucitado fue desarrollándose en un proceso gradual en la vida de los discípulos. Se trata de un proceso que va:
– del temor y del encierro por temor a los judíos, a la alegría y paz pascual;
– de la dispersión de los seguidores del Maestro, a la unidad comunitaria,
– y de la incredulidad que pide pruebas, hasta dar el paso de tocar las heridas del Señor.

Es así como la primera comunidad cristiana va afianzando su fe radical en el Dios de la Vida. Los poderes del mal, de la muerte y de la incredulidad ya no tendrán dominio en el corazón de los discípulos, que son enviados al pueblo para prolongar la misión del anuncio del Reino de la Misericordia y la reconciliación. Es el Espíritu el que moverá a estas personas sencillas a evangelizar hasta los rincones últimos de la tierra.

Nosotros también podemos experimentar la fuerza del Resucitado cuando abrimos las puertas de nuestra vida a la novedad del camino evangélico y somos capaces de desterrar el miedo y el odio en nuestras relaciones:
Sólo basta la fe: fe que es “fiarse” en el aquel que fue traspasado y triturado por la maldad del mundo y que hoy nos muestra sus heridas gloriosas para decirnos que nos ama y que hay esperanza para los pobres y sufridos.
Sólo basta la fe: fe que es “ser fieles” al Señor que ha hecho alianza perpetua con su pueblo; fieles a la misión que nos encomienda de ser “servidores de la reconciliación y de la misericordia” en los lugares donde vivimos.

Nuestra familia debe “fiarse” en Dios, y no tanto en las propias fuerzas. Él será la potencia que nos enviará con el fuego del Espíritu a transformar la vida. Nuestras familias cristianas deben “ser fieles” a sus orígenes y al carisma dado por el Señor para servir al pueblo, no sólo dentro de las cuatro paredes de nuestras casas, sino en aquellas periferias donde la vida de nuestra sociedad debate su futuro. Tengamos la fe de los primeros discípulos que vieron, tocaron y dieron testimonio de Jesús, el Señor de la vida. Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.