Hoy vamos a escuchar unos consejos muy acertados de Jesús. ¿Qué tenemos que hacer con los que no piensan como nosotros?… ¿Qué nos trae el ayudar a un necesitado?… ¿Qué significa escandalizar a un pequeño?… ¿Cómo hay que mirar el destino final?… Todas estas preguntas se suceden una a otra al leer este pasaje evangélico, tan sencillo, tan bello, tan terrible en algún momento, tan serio al final…

Juan, el más joven de los apóstoles y tan querido de Jesús, no está conforme con lo que ha visto, tiene celos del querido Maestro, y le dice lo que acaba de hacer:
– Maestro, nos hemos encontrado a uno que se dedicaba a lanzar demonios en nombre tuyo. Como no es de los nuestros, se lo hemos prohibido.
Pensaba el simpático Juan que Jesús le iba a alabar su celo, pero recibe esta respuesta cordial:
– ¡No se lo prohíban, hombre! Al contrario, ¡alégrense! Un enemigo menos que tenemos. Porque ninguno que haga un milagro en mi nombre hablará después mal de mí. Al revés, siempre hablará bien. Quien no está contra nosotros, está con nosotros, ¿no te parece?…

La cosa estaba clara. Y ahora Jesús se salta el pensamiento con otra afirmación que repe-timos tanto, porque tanto nos gusta y tanto nos anima:
– Quien les dé a beber un vaso de agua en mi nombre, porque son de Cristo, les aseguro con toda verdad que no perderá su recompensa.

¡Qué bonito hasta ahora todo lo que dice Jesús! Pero cambia otra vez de repente el pen-samiento.
– Estupendo eso de ayudarme en el hermano, ¿verdad? Pues, miren: si eso es magnífico, ahora les digo lo que es arrebatarme el alma de uno que cree en mí. El que escandaliza a uno de estos creyentes, ¡que se prepare! Porque sería mejor que le ataran una rueda de molino, esas que sólo puede remover un asno, y lo arrojaran con ella al fondo del mar.
El escándalo a los demás es terrible. ¿Y qué hacer cuando la ocasión la sentimos noso-tros? Jesús no ahorra comparaciones duras:

Si tu propia mano te es ocasión de escándalo, ¡córtatela! Te resulta mejor entrar manco en la vida, que no con las dos manos irte al fuego inextinguible del infierno… Y si tu pie te escandaliza porque te lleva por malos caminos, ¡córtatelo!, y entra cojo en la vida antes que irte con los dos pies a la condenación… Y si tu ojo te es ocasión de escándalo, porque quiere ver lo que no puede ver, ¡arráncatelo!, aunque entres tuerto en el reino de Dios, pues te será mejor entrar con un ojo en el cielo que irte con los dos ojos al infierno, donde el gusano del remordimiento no muere ni el fuego se apaga…

Hoy ha estado Jesús moviéndose en varios terrenos. ¡Qué simpático lo del principio! ¡Qué generosidad después! ¡Qué serio que se ha puesto al final!…
Sí; es bien simpático lo del principio. Nosotros solemos ser muy intolerantes con los que no piensan como nosotros. Cuidado con el que piensa diferente en política… Cuidado con el que piensa diferente hasta en una cosa tan sin importancia como el fútbol, porque es del equipo contrario…

¿Hay que ir con cuidado también con el que piensa diferente en religión?… Aquí, hemos de distinguir.
No podemos hacer las paces con el que se pone contra Jesucristo. Ni con el que ataca las verdades fundamentales de la fe, porque niega a Dios que las ha revelado y las sustituye por otras verdades inventadas por hombres. Ni contra el que ataca a la Iglesia, porque va contra el mismo Jesucristo. No podemos estar con ninguno de éstos.
Pero es muy diferente el estar con el que piensa de otra manera y tiene otra religión, en la que nació y fue formado. Los que tienen una conciencia recta conforme a la cual actúan, aunque diferente de la nuestra, merecen todo nuestro respeto, nuestro amor, nuestra aten-ción cordial. Lo importante es respetarnos mutuamente y seguir la voz de Dios, que es de todos y para todos, pues nadie tiene la exclusiva de Dios…

Nosotros miramos a Jesucristo que vive en nuestros hermanos, y, cuando lo vemos en una necesidad cualquiera, le tendemos la mano. Esto es lo que nos dice Jesús con eso de alargar un vaso de agua al que tiene sed. Le damos de beber a Jesús. Le curamos a Jesús. Le visita-mos a Jesús. Le ayudamos a Jesús. Y Jesús ve el corazón con que le hacemos todas estas cosas… Sabiendo lo buen pagador que es Jesús, podemos esperar lo inimaginable por haberle prestado tan cariñosos servicios…

Lo malo será para los que hayan hecho lo contrario: que no solamente no le han ayudado a Jesús haciéndole el bien en los demás, sino que le han arrebatado las almas con el escánda-lo… Una rueda de molino atada al cuello para hundirse en el fondo del mar, ¡ya es castigo duro!… Pero eso no es más que una imagen de la realidad. La realidad del castigo de Dios supera toda imaginación…
Por algo Jesús, que nos ama, nos previene también: manco, y cojo y ciego… ¡Eso no es nada! Lo malo sería caer enteros y para siempre en el fuego que no se apagará nunca.

Digamos la verdad. El Evangelio de hoy es muy serio. Y hace bien la Iglesia al traernos estas lecturas saludables, que las necesita el mundo moderno más que nunca. Jesús no quiere dar miedo. Quiere salvar. Y al ver el peligro, grita Él más fuerte que nadie: ¡Al tanto! ¡Cui-dado!…

¡Señor Jesucristo!
Volvemos al vaso de agua. ¿Una cosa tan pequeña nos merece un premio grande?… Pues nosotros queremos darte algo más que un vaso de agua.
Tú, haznos adivinar tu voz en cualquiera que nos pide y nos necesita. A lo mejor recibi-mos un millón por un centavo que te damos…