Domingo 5 de marzo de 2017
01 Domingo de Cuaresma
San Mateo 4, 1-11: “Adorarás al Señor tu Dios, y a Él solo servirás”.
Queridos hermanos y hermanas, reciban mi saludo y bendición. Entramos de lleno en el tiempo cuaresmal y tenemos la oportunidad de transformar nuestra vida a imagen de Jesucristo, el Hijo amado del Padre. Celebremos juntos en familia y pidamos al Señor que nos dé una fe sólida que nos permita resistir en esta lucha contra el mal que anida en nuestros corazones.
Este Primer Domingo de Cuaresma es conocido como el “Domingo de las tentaciones”, precisamente porque recordamos ese episodio apasionante del Evangelio en el que Jesús se enfrenta con el tentador. Se trata de un relato que sintetiza la vida del Señor en su lucha constante frente a las tentaciones, su amor radical al Padre y su victoria eficaz sobre las trampas que le tendió el maligno para alejarlo de su misión. Jesús, el nuevo Moisés, nos abre el camino por el desierto por cuarenta días y cuarenta noches, dándonos testimonio de una profunda fidelidad a la Alianza. Él es el que nos guía amorosamente por el camino que lleva a la tierra prometida.
El maligno conoce los puntos débiles por los cuales el ser humano suele caer en la tentación: el deseo de poder, el deseo de éxito y fama, el deseo de poseer y dominar. Y por ello suele iniciar con sus tácticas de mentira y seducción, presentando siempre “espejismos de felicidad” que nos hagan desistir de nuestra obediencia al Padre del cielo. El ego humano busca suplantar a Dios y desterrarlo al exilio para convertirse en señor de sí mismo, a costa, incluso, del bienestar y la vida de los demás. Efectivamente muchas familias han sido resquebrajadas por el egoísmo y la búsqueda de una felicidad efímera que en nada tiene que ver con el proyecto que Dios tiene para la humanidad.
Jesús nos llama a la fidelidad. En principio nos llama a ser fieles a nuestra dignidad de hijos de Dios, para que no malogremos este magnífico don a cambio de placeres egoístas. Nos llama a ser fieles a Dios mismo, el Padre de la misericordia que siempre sale a nuestro encuentro y nos tiene preparada la mesa del banquete. Nos llama a ser fieles a nuestros prójimos, que también son hijos e hijas de Dios y merecen respeto, solidaridad y compasión. Sólo así podremos ganar el don la salvación.
Siguiendo el consejo de Jesús: “Velen y oren para no caer en la tentación” (Mt 26,41) les invito a usar como plegaria este hermoso himno de la Liturgia de las Horas y le pidamos Dios que nos ayude a ver con claridad en todo momento, en especial en la hora de la prueba:
Estate, Señor, conmigo,
siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte,
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin mí te vas.
Llévame en tu compañía,
donde tu vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú
la vida del alma mía;
si tú vida no me das,
yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.
Por eso, más que a la muerte,
temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tu das
sé que alcanzarla no puedo
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mí te vas. Amén.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.