Por: Giselle Zamora
San José, Costa Rica
3.9.2023

La migración es un fenómeno humano que ha estado presente en todas las culturas desde hace siglos. Es tan antiguo que está presente en los temas bíblicos. El pueblo de Israel se origina de la migración de su patriarca Abraham. José es enviado como esclavo a una tierra extranjera (Génesis 37 46); Moisés huye a Madián y encuentra refugio en la casa de Jetró y se casa con una de sus hijas (Éxodo 2, 11-25); Rut acompaña a Noemí a una tierra extranjera y es acogida por su pariente lejano Boaz (Rut 2).

El pueblo de Israel recuerda en Deuteronomio 5, 15: “Y acuérdate que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo extendido…”, su historia de migración y esclavitud está siempre presente en la memoria del pueblo, sus escrituras nacen de las reflexiones que hacen acerca de los hechos que los llevaron a estar en el exilio, en Babilonia.

El Antiguo Testamento en su gran mayoría tiene un mensaje acerca de los emigrantes y exiliados, a personas que han tenido que vivir esa dura experiencia de ser extranjero o han tenido que migrar forzosamente.

La historia del pueblo de Israel está llena de anécdotas de migración, incluyendo su salida de Egipto, buscando la Tierra Prometida. Tenían plena conciencia de ser un pueblo de inmigrantes: “Mi padre fue un arameo errante…” (Dt. 26, 5). Junto a los huérfanos y las viudas los inmigrantes constituyen la trilogía de los marginados en Israel, por lo que Dios pide un trato digno y especial para ellos, basado en el respeto, la atención, la acogida y la hospitalidad.

En el Nuevo Testamento María y José huyen a Egipto cuando Jesús era niño, Él mismo vive la experiencia de la migración, del exilio. Jesús vive su vida en un continuo desplazamiento. En los evangelios se nos muestran las diversas ocasiones en las que Jesús tiene contacto con personas extranjeras, en estos encuentros se destaca el mutuo reconocimiento y enriquecimiento, tanto para Jesús como para la persona extranjera que se encuentra con Él.

La misión de Jesús es universal y supera las fronteras de Israel. Los textos bíblicos nos recuerdan la necesidad de ser hospitalarios, y cómo la diversidad de lenguas debe convertirse en un camino de unidad y comunión.