“Un Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa. Que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todos los hombres en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias; se alegra en los tormentos y dolores que sufre y se gloría en la cruz de Jesucristo. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Cristo en orar, en trabajar, en sufrir, en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de los hombres.”
San Antonio María Claret Constituciones Claretianas número 9
Nuestro nombre es: Misioneros Hijos del Corazón de María. O, más comúnmente, Misioneros Claretianos
- “Ser claretianos” es nuestro modo de ser hombres, cristianos, religiosos, apóstoles, y – algunos- sacerdotes.
- Somos y nos sentimos hijos amados de Dios y de María, con todo su corazón.
Vivimos en familia, nuestra Congregación.
- Nuestra familia fue suscitada por el Espíritu Santo en la Iglesia hace dos siglos por medio de S. Antonio Mª Claret.
- Unos somos sacerdotes y otros laicos, de muy diferentes países y con culturas diversas, pero todos hermanos.
Con un peculiar estilo de vida: arder en caridad
- Dios nos hace arder en caridad hacia él y el prójimo.
- Dios nos ha concedido el don de seguir a Cristo y proclamar el Evangelio yendo por el mundo entero.
Nuestro camino: ser discípulos de Jesús
- Como Jesús buscamos la gloria de Dios y la salvación de los hombres orando, trabajando y sufriendo.
- Asumimos el modo de vida de Jesús y de la Virgen María: en pobreza, castidad y obediencia.
Nuestra misión: encender a todo el mundo en el fuego del amor de Dios
- Somos enviados a anunciar la vida, muerte y resurrección de Jesús a fin que todos se salven por la fe en Él.
- Compartimos las angustias y esperanzas de los hombres buscando la transformación del mundo según el designio de Dios.
- Nuestra misión se nutre de la Palabra de Dios y de la eucaristía.
- Se irradia en el mundo bajo el signo de la misericordia y la ternura, que aprendemos del Corazón de María.
- Se dirige sobre todo a los que son excluidos del amor de los demás y sufren las consecuencias de la injusticia de este mundo.