Domingo 13 de Marzo de 2016
5º Domingo de Cuaresma
San Juan 8,1-11: “En adelante no peques más”

Estimadas familias, estamos a una semana de celebrar un año más los misterios de nuestra salvación. Permitamos al Dios de la Vida encender nuestro corazón en la llama de su amor infinito, para transformar nuestro mundo en su Reino.

El evangelista Juan nos presenta una dramática escena de la vida de Jesús. Mientras enseñaba al pueblo, un grupo de escribas y fariseos le traen a una mujer sorprendida en adulterio para ponerle a prueba preguntándole: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú que dices?”. El silencio de Jesús, escribiendo en el suelo, nos hace meditar que el Señor desea escribir una ley nueva en el corazón humano: la del amor. Ante la rotunda condena que realizan los conocedores de la ley de Moisés, el Maestro pronuncia una sentencia de sabiduría que pone sal en la herida de todos los presentes: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. No quedó para ellos más que escabullirse, dejando solos a Jesús y a la mujer.

El pequeño diálogo con la mujer denota la profunda calidad humana de Jesús, que no discrimina a nadie. Él ha venido para todos tengamos vida abundante. Jesús no se identifica con el esquema machista de su pueblo, ya que para Él hombres y mujeres poseen la misma dignidad. El machismo es asesino, excluyente y opuesto a los valores del Reino de Dios que Él anuncia. Por eso, no duda en perdonar y dar una nueva oportunidad para regenerar la existencia.

A este respecto, Juan Pablo II enseñaba con claridad sobre el origen de la dignidad humana, en su Carta Apostólica Mulieris Dignitatem en el número 14: “La dignidad de la mujer y su vocación —como también la del hombre— encuentran su eterna fuente en el corazón de Dios y, teniendo en cuenta las condiciones temporales de la existencia humana, se relacionan íntimamente con la «unidad de los dos». Por tanto, cada hombre ha de mirar dentro de sí y ver si aquélla que le ha sido confiada como hermana en la humanidad común, como esposa, no se ha convertido en objeto de adulterio en su corazón; ha de ver si la que, por razones diversas, es el co-sujeto de su existencia en el mundo, no se ha convertido para él en un «objeto»: objeto de placer, de explotación”.

Esforcémonos para que en nuestras familias se respete la dignidad de la mujer. No permitamos que el esquema machista domine nuestras conciencias. Aprendamos de Jesús a ser profetas defensores de la dignidad y los derechos de la mujer.

Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.