Las cenizas ahí están
de nuestro hermano Gabino,
es lo que queda de un hombre,
tras recorrer su camino.

La muerte se lo llevó
nos lo arrancó sin remedio.

Como flor lozana y débil,
que exhala su olor postrero,
aquella fe que aromaba,
con su doctrina y sus dichos,
con sus palabras y ejemplos…
Nos queda padre Gabino,
ese perfume de flores,
y esas humildes cenizas,
y tu vida para Cristo.

Estas cenizas desnudas
nos testifican un hecho,
que somos polvo, y al polvo
algún día volveremos.

Que la vida es tan efímera…
Que la vida es como un vuelo,
como polvo en la balanza,
que apenas tiene peso.

Pero sabemos también
-y fe coral damos de ello-
que en la vida y en la muerte
del Señor somos ¡qué bello!

Aquí quedan tus despojos
Gabino, hermano nuestro,
que nos hablan y proclaman
de que al polvo volveremos.
Pero este polvo divino,
-como el de Ezequiel los huesos-
recobrarán el espíritu
merced a tu soplo eterno.

La “hermana muerte” llegó
os digo con grave acento,
y se llevó al otro lado
a Gabino, hermano nuestro,
y aquí sus cenizas quedan,
la síntesis de su cuerpo,
un montoncito de polvo,
todo efímero y pequeño.

Pero un día se alzará
sobre ese polvo rastrero,
la voz de Cristo eminente,
llamando a todos los muertos,
y la gloria de Jesús
la gloria pascual del “huerto”
transformará aquestos polvos
en glorioso cuerpo nuevo.

Aquí hermano Gabino,
sobre tus cenizas hacemos
este culto funerario
estos ritos y recuerdos.

Que tú estás con el Padre,
nosotros ya lo sabemos,
que por tu cruz y dolores
en el cielo te creemos.

Que Dios te premie, Gabino,
tu alargado sufrimiento;
y nos enseñe a subir
con la cruz por el sendero.
Las Cumbres, 22-VIII-2016
P. Jesús Aramendía