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Mixco – GUATEMALA
Crónica 12 de agosto de 2016

Al sur del Abya Yala suelen decir: “el sol es el poncho de los pobres”. Pues amanecimos nuevamente emponchados, con la promesa de ganar bastante calor hacia el mediodía.

Quizá porque tocaba el paseo, desayunamos y conversamos más distendidos que de costumbre, con un ánimo de excursión que se nos notaba en la cara.
Luego del desayuno, Hugo nos da indicaciones muy valiosas para estos casos. Salimos en tres vehículos rumbo a la ciudad capital. Allí nos esperaba la plaza central, ubicada en el Centro Histórico. Desde el Palacio Nacional caminamos a la Catedral, cuyas columnas tienen grabados los nombres del pueblo guatemalteco, víctima del conflicto armado desde mediados de los años 70 y hasta el 82. Estábamos en la catedral, pero más aún, en el sagrado sepulcro de Mons. Gerardi, santo político. Si algún lector se preguntaba cuando habíamos hecho la oración de la mañana, ya tiene la respuesta. Como claretianos y claretianos de América, damos gracias a Dios por este hijo de la Tierra que derramó su sangre por la Paz.

Luego, una feria popular recibió algunos quetzalitos nuestros, a cambio de artesanías que viajarán a nuestros países y llenarán de color nuestras casas y nuestros cuerpos.
El almuerzo nos encontró en San Lucas, rodeados de carne adobada, chorizo, longaniza,cebollas, pepian, caldo de res, caldo de gallina, atol de maíz y otras bebidas que no es necesario describir con detalle…

Bien comidos, ahora rumbo a Antigua. Allí pasamos por el arco, cuyo fondo escénico es el imponente huna pu o volcán de agua. Recorrimos calles y otra feria. Finalmente, nos encontramos en el frente de la primera iglesia catedral, para subir por el serpenteante camino a Santa María de Jesús.

Unos juegos con los niños en la plaza y una emotiva bendición a una pareja de novios fueron la introducción al momento más intenso del encuentro. La pastoral indígena de la parroquia nos esperaba para darle mística originaria a la celebración que tenían a cargo los hermanos de Colombia Ecuador. Una rogativa frente al altar maya en lengua caq’ chikel, comenzó por conectar corazón del cielo y corazón de la tierra. La mención a los antepasados, en la que tanto insiste Francisco, tuvo aquí genuina y antigua expresión. Henry nos invitó a presentarnos delante de ese pueblo de mirada limpia y entonces sonaron las voces criollas e indígenas desde la Patagonia a Ciudad Juárez.

La procesión de ofrendas fue una danza desde el fondo del templo, trayendo el pan, el vino, la Palabra y los libros con la historia del pueblo. Paso a paso, baldosa a baldosa, la lentitud de ese caminar hacia el altar también nos habló.

Finalizada la eucaristía, verdadero encuentro con las fuerzas de la Vida, nos esperaba en el salón un recibimiento de los mejores. Paches, chuchitos, tamalitos de chipilín, poches, dobladas y tostadas, rellenitos, arroz en leche, atol de maíz, atol de haba, ponche y chocolate. La música nos puso a bailar y un trencito de caderas inquietas terminó su recorrido envuelto en aplausos. Es la hora de regresar.

No hay crónica que pueda explicar todo lo que hemos sentido y vivido hoy. Es tiempo de hacer silencio ante ese grito que viene de las entrañas de la Historia.
Hoy nos toca ver las estrellas antes de dormir. Gracias a la vida, cantaba Violeta.